martes, diciembre 05, 2006

Alfama


Alfama. Enjambre de casas y calles retorcidas. En el gesto más leve puedo hallar el amor. Alfama. Coincidencia del atardecer y este fado que canta y castiga.

Alfama, Lisboa. Cuadernos de Viaje

martes, noviembre 14, 2006

Belem

Belém. Monasterio de los Jerónimos. Arquitectura sublime. Estilo Manuelino. La Fuente Luminosa y Plaza del Imperio. Frente al mar el Monumento a los Descubrimientos. Yo descubro y descubro esta ciudad luminosa y sosegada, me dejo llevar por el laberinto de sus calles, por sus tranvías, por los diálogos que voy escuchando al pasar, internándome en esta lengua con sonidos nuevos en mis oídos. Ahora contemplo la Torre de Belém. Muros blancos que dibujan una armonía cuyos contornos es lo único que permite ver el sol cayendo en el mar. Es la hora perfecta para sumergirme de nuevo en las calles y entrar en un café cualquiera. Pero no es un café cualquiera donde finalmente entro es la Pastelería Belém, donde por primera vez en la vida pruebo un pastel de nata. Creo que pedí un deseo. Mientras disfrutaba este bocado junto al café humeante, en medio de las conversaciones que formaban un murmullo espeso en el aire, pedí un deseo. No podía dejar pasar la ocasión. Había caminado Lisboa todo el día, un recorrido que empezó en Plaza Rossio por la mañana, dejando los pies en la Feria da Ladra, en los patios, almenas y escalinatas del Castillo San Jorge, después la Baixa, hasta concluir en este café de Belém. Cansado pero lleno de imágenes, colmado de ese gusto por la vida que es parte esencial de mi ser que busca los momentos más plenos y más intensos en el viaje, esos momentos que puede otorgar el estar simplemente sentado en un café, con un sabor nuevo en la boca, con un cisco de palabras y frases en una lengua nunca oída con tal profusión, pidiendo un deseo al mismo tiempo que las llamas de un fuego cayendo en el horizonte extingue la luz sobre la ciudad. 

Belem, Lisboa. Cuadernos de Viaje