El viaje de Colón tenía un rumbo simple: siempre hacia el Oeste. Las grandes cosas, los grandes descubrimientos se hacen manteniendo un rumbo, no yendo a un destino. Claudio Bunster, físico chileno.
miércoles, mayo 25, 2005
lunes, mayo 23, 2005
Cronicas - 25 de agosto 2000
Hay una cierta clase de individuos que son nómades por naturaleza y no hablo sólo de viajar geográficamente hablando. Es como una inquietud, una cierta impaciencia, un cierto fervor por la movilidad, por el desplazamiento, por la búsqueda de un centro que es más bien un vórtice, por limpiar permanentemente la mirada. Y es como vivir en los márgenes y no en el centro. Y es como buscar un camino inexplorado y no el habitual. Habemos quienes cultivamos el ejercicio cotidiano de inventar cada día una nueva ruta para llegar a la oficina. Esto tiene que ver con un sentido de la impermanencia pero también con la búsqueda de una intensidad especial que asesine la rutina. Yo he sido feliz una tarde en que, caminando por una calle arrasada por el calor, a orillas de un río atravesado por la historia humana, me ha sorprendido una multitud de pájaros atiborrando el aire con su canto. Y he sido feliz una mañana en que han alumbrado los rayos del sol después de una lluvia intensa y he sentido el frío y el olor de la leña en una calle de una pequeña localidad del Sur de Chile. Hay quienes se sentirán fascinados por la visión de las majestuosas mezquitas, quienes andarán por mercados atestados de gente, quienes apenas intuirán el significado de las palabras de un idioma extraño, hay quienes se conmoverán con un canto de devoción, quienes se sentirán arrebatados por la visión de la Naturaleza sin límites para la belleza, quienes grabarán imágenes, quienes buscarán eternizar los sonidos de una ciudad lejana o las músicas condenadas a desaparecer de la faz de la tierra, hay quienes recorrerán el mundo en busca de una luz. Son los errantes. Hay errantes, si, pero errantes son los planetas y las almas perdidas. Ambos tienen una órbita que nunca se repite.
Cuaderno de viaje (2000)
domingo, mayo 22, 2005
Lago Pirihueico, Diciembre 2004
sábado, mayo 21, 2005
Una Luz se Apaga
Una luz se apaga. Si la pupila se dilata para atrapar hasta el más ínfimo residuo de luz, así también la realidad se expande para devorar el alma de un artista que desaparece, para absorber hasta esa última llamarada, hasta la última partícula de su aliento expulsada en su viaje al vacío. Yo asisto a esta comprensión. Pienso en Juan Downey, pienso en Roberto Matta, pienso en Roberto Bolaño, artistas, con su tarea descomunal de imágenes, palabras y sueños. Si hay algo que me conmueve es saber de una vida entregada al arte. Las páginas de un artista son más que un legado a los siglos, son la apuesta a una inmortalidad que es reflejo. Son los destellos de una conciencia –es decir, de un corazón- cuyas visiones desaparecen consigo y por toda la faz de la tierra. De ellos no queda más que una sombra radiante, los restos de un amor hecho cenizas, a veces fallido a veces un limpio amor, perecedero y generoso. No hay otra luz.
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